El iPhone no se enciende…
Ayer por la noche me llevé un buen susto. Estaba leyendo un libro con el iPhone y lo dejé sobre la mesa un rato. A la vuelta, no más de 20 minutos más tarde, estaba apagado. Normal. Lo intento encender para seguir con mi lectura y nada. El iPhone no se enciende…
¿Se habrá quedado sin batería? Me extraña, porque no recuerdo que estuviese bajo de batería y la Mophie estaba cargada a tope. Por si las moscas, lo conecto a la red a la espera de que salga el indicador de carga. Nada de nada y primera gota de sudor frío que se forma sobre mi frente.
Caguentó, esperaremos un poco más. Nada. Ahora ya empiezo a verme a mi mismo enfrascado en una trifulca con el servicio técnico de Apple y la garantía. Empiezan los primeros insultos a Murphy y sus parientes más próximos. Justo lo que me hacía falta a un día de irme de viaje, el iPhone no se enciende…
Mi desesperación aumenta: lo sacudo, aprieto varias veces los botones, amenazo con un martillo; pero ni las amenazas, ni la arenga, ni las súplicas logran sacarlo de su imperturbable estado zen.
“Bigüater, maifrén” parece decirme.
Antes de liarme a bofetadas con el terco e imperturbable cacharro, decido a recurrir a San Google, abogado de las causas imposibles.
La Solución
Tras una breve búsqueda, se revela ante mí la solución: mantén pulsado el botón de “home” y el de encendido, durante 15 segundos mientras rezas un Padre Nuestro y dos Ave Marías. Si tu alma es pura y limpia de pecados, pronto verás el símbolo de la manzana.
Se trata de un problema de software (y no de hardware como temía) y al parecer es bastante común aunque a mi jamás me había pasado. Vamos, que es un vulgar cuelgue. Tras volver a mí, seguía rarillo: la app de Kindle se negaba a arrancar y no detectaba ninguna wifi. Un reinicio le quitó esas manías.
Lo tengo dominado.