¿Qué friki no ha leído 2001, Una Odisea en el Espacio, de Arthur C. Clark? En dicho libro, el maestro Clark dibujaba una sociedad en el año 2001 muy similar a lo que todos imaginábamos que sería el principio del siglo XXI. La obra fue escrita en 1968, antes que el programa Apollo llevara a Armstrong, Aldrin y Collins hasta la Luna, pero suponiendo que los desarrollos futuros fuesen a la misma velocidad que hasta entonces, las previsiones de Clark tenían toda la pinta de acertar:
- Estaciones espaciales en órbita, con gravedad simulada por rotación.
- Bases permanentes en la Luna.
- Expediciones tripuladas a Saturno y sus satélites (en la peli lo cambiaron a Júpiter) .
- Fusión nuclear como mecanismo de generación de energía y propulsión espacial.
- Vuelos comerciales regulares a las estaciones espaciales y a la Luna.
- Lo mejor de todo: HAL 9000. Una inteligencia artificial con todas las de la ley, con capacidad hasta de desarrollar instintos homicidas.
Este era el futuro que todos nos esperábamos, y si acaso con el añadido de los Jetsons: coches voladores y asistentas robóticas.
Bueno, pues han pasado ya 14 años desde ese futuro previsto, y aunque no tenemos coches que vuelan, sí tenemos Internet y apps.
Creo que es hora de repasar nuestros logros y ver qué tal nos ha ido:
- Coches voladores: ni de coña, además seguimos usando el vetusto motor de combustión de interna del siglo pasado.
- Estaciones espaciales: tampoco, si acaso, tenemos un chiringuito ínfimo, llamado ISS, y gracias.
- Bases en la Luna: ni una, ni pinta de lograrlo en un futuro previsible.
- Expediciones espaciales tripuladas a Saturno. Nada, encima la exploración espacial tripulada ha muerto hace décadas. Ningún hombre ha ido más allá de la Luna desde los años 70.
- Fusión nuclear: no se ve ni de lejos la posibilidad de hacerlo real.
- ¿Vuelos comerciales a la Luna? ¡Pero si para volar algún lado poco menos que hay que hacerlo de pie! Viajamos como ganado y ya ni siquiera existe la posibilidad de un vuelo comercial supersónico. Pollo o pasta y síndrome del pasajero de clase turista. ¡Y gracias!
- Inteligencia Artificial: este es de lejos donde más cortos nos hemos quedado. Nuestro software, como mucho manifiesto estupidez artificial, y el que no se lo crea, que intente comprar un billete en la web de RENFE.
¿Qué nos ha pasado? No sólo no hemos avanzado, sino que en muchos aspectos hemos retrocedido muchísimo.
No hemos hecho nada, pero tenemos Internet y Apps
Hay que asumir la triste realidad: no hemos creado coches voladores, no tenemos bases en la Luna y seguimos teniendo que hacer la cama, pero hemos creado Internet y los dispositivos móviles. Es decir, no tenemos fusión nuclear, pero podemos ver porno en un ordenador que cabe en el bolsillo desde cualquier parte del mundo. Nos hemos lucido.
No debemos despreciar los logros que hemos obtenido, ya que no son menos de lo que esperábamos, sólo muy distintos. Y es así porque los creadores del futuro no fueron los ingenieros aeronáuticos o mecánicos. Fuimos los ingenieros de software.
Nadie se lo esperaba porque en aquellos tiempos primigenios, los proto-frikis que empezaban a evolucionar en los primeros CPDs, eran una especie desconocida para la mayoría de los humanos. Sólo el profesor Joseph Weizenbaum del MIT se percató de su existencia, avistando los primeros especímenes de programadores en el MIT, allá por 1969. De nuestros antepasados escribió lo siguiente:
«Jóvenes brillantes de aspecto desaliñado, con frecuencia con ojos hundidos y brillosos, pueden verse sentados frente a la consola de la computadora, con los brazos tensos y esperando accionar los dedos, ya preparados para atacar las teclas y botones que cautivan su atención como lo hace el movimiento del dado para los jugadores. Cuando no están tan desfigurados, generalmente se sientan a la mesa cubiertos por hojas impresas de computación que leen absortos, como poseídos estudiosos de un texto cabalístico. Trabajan hasta que están por caerse, veinte, treinta horas seguidas. Siempre les llevan la comida, si acaso piensan en ella: café, Coca-Cola, bocadillos. Si es posible duermen en catres cerca de las hojas impresas. Su ropa arrugada, cara sin lavar ni afeitar y cabellos despeinados, todo refuerza la idea de que son indiferentes a sus cuerpos y al mundo en el que se mueven. Son los bohemios de las computadoras, programadores compulsivos…»
¿Puedo convertirme en desarrollador?
A menudo vemos gente que quiere aprender a programar y empezar una carrera profesional como programador. Lo curioso es que nadie lo ve imposible, como pensaríamos si alguien dijera de repente que quiere cambiar su carrera, aprender medicina y trabajar como médico.
¿Por qué el primero es factible y común, y lo segundo no? ¿Dónde está la diferencia esencial entre programar y ejercer el derecho o la medicina? ¿Acaso no hay una carrera de ingeniería informática? Por supuesto que existe la carrera y lo que en ella se aprende es de gran valor, pero al contrario de Medicina o Derecho, NO es esencial para la mayoría de los casos.
El «background» teórico y matemático que se obtiene en la carrera de Ingeniería Informática es vital para desarrollar ciertos tipos de software: un buscador, un sistema operativo o un sistema de reservas como los que usamos para comprar billetes de avión.
No obstante, la inmensa mayoría de las aplicaciones que hay en el mercado no requieren dichos conocimientos. Requieren otros, más prácticos y menos teóricos, que desgraciadamente no se suelen enseñar en la Universidad.
Por lo tanto, quien sale de la Universidad, no está preparado para el 95% de los puestos de trabajo en su área. Esto es malo para quien dedicó 4 años a estudiar y ahora tiene más cosas por aprender, pero también es bueno para quien viene de fuera y se encuentra con que no está tan mal parado como podría parecer.
También existe otra diferencia entre los mercados de la medicina, el derecho y la informática. Los primeros son mercados muy regulados y poco abiertos: sin un título, resulta imposible ejercer cualquiera de esas profesiones. El mercado informático, donde un error puede ser tan desastroso como en los anteriores, es mucho más libre y reina la meritocracia: importa lo que sabes, y nada más.
Siempre hay tiempo para reciclarse
Si eres albañil, a los 50 es poco probable que puedas rendir como a los 25 y te costará conseguir trabajo porque el cuerpo ya no rinde como antes. En una profesión como la de informático, la edad poco importa (yo mismo tengo 45 y no me falta trabajo). Al depender de tu cabeza en vez de los músculos, a los 50 has acumulado experiencia y no achaques (vamos, los achaques están, pero sentado se notan menos).
Es cierto que existe una cierta predilección por candidatos jóvenes, especialmente en las consultoras, pero esto está cambiando. Entre los clientes de KeepCoding están las principales consultoras de España, les ayudamos habitualmente a encontrar candidatos, y podemos decir que en el mercado del desarrollo móvil, donde la escasez de buenos profesionales es más hiriente, vemos un cambio de paradigma: se fijan más en el valor del profesional que en la edad.
En la actual edición del KeepCoding Startup Engineering Master Bootcamp, pasados tan solo 3 meses de empezar, ya tenemos 6 alumnos con nuevo empleo. Uno de ellos, de más de 40, precisamente en la consultora con el mayor equipo de desarrollo móvil de España.
El futuro seguirá siendo creado por los desarrolladores
En los años 80 muchos hablaban de cómo Japón pronto iba a superar a EEUU como primera economía mundial y como líder tecnológico del mundo. Sin embargo, no fue así. Japón apostó por el hardware y la electrónica. Japón intentó crear el futuro que Arthur C Clark previó. Sin embargo, mientras Japón se estancó, EEUU despegó, tirado por el Silicon Valley, la industria del software e Internet.
Tanto los países como los individuos pueden subirse al nuevo tren que está dando forma a nuestro mundo y el de nuestros hijos. Al apostar de forma clara y consistente por la tecnología, países como Israel pasaron de exportar verduras a ser la «Startup Nation» de la que hablan Dan Senor y Singer en su famoso libro. Estonia está en el mismo camino y algunos países como Chile están invirtiendo en ese sector. España y el resto de América Latina harían bien en fijarse en ese ejemplo.
Pero no sólo los países pueden reinventarse. También podemos hacerlo las personas. Yo mismo soy un ejemplo de ello.
La misión del espacio Desarrollo para Startups ha sido compartir historias reales y claves de un cambio de paradigma, porque es posible. El futuro está en las manos de los desarrolladores de software mejor capacitados y más actualizados. Y tú también puedes ser un constructor del nuevo esquema.
El Desarrollo de Apps Móviles Full Stack Bootcamp es el camino para que te conviertas en uno de nosotros, es tu oportunidad de participar en el nuevo orden mundial.