Hace unos días, no recuerdo por qué, salió a colación en el Slack interno de KeepCoding la figura de Richard Feynman. Salté de inmediato ante la mención de uno de mis superhéroes personales.
¿Qué encontrarás en este post?
ToggleUna personalidad peculiar
Richard Feynman fue un científico norteamericano del siglo XX que se alejaba mucho de los estereotipos que se les asigna normalmente a los científicos en general y a los físicos en particular.
Originario de Nueva York, estudió en el MIT antes de trabajar durante muchos años en Princeton, la universidad más pija de la Ivy League. A pesar de estar en semejante entorno, siempre habló con un marcadísimo acento neoyorquino barriobajero, hasta tal punto que algunos compañeros suyos, como el también premio nobel Hans Bethe, se reían de ello y afirmaban que “Richard habla como un chorizo”.
También era un famoso “bongosero” y tenía una extraña obsesión con reventar candados. Incluso llegó a escribir un libro sobre esto último, no sé si para ir a juego con su acento macarra.
A pesar de todo esto, o quizás precisamente por ello, fue un gran galán y tenía un éxito notable entre las mujeres de todos los tipos. Feynman fue tremendamente mujeriego y un gran aficionado a los bares de topless, donde, según él, logró idear sus mejores teorías, las que le llevarían al Nobel.
Y el mejor profesor
Sin embargo, lo que nos interesa aquí es su enorme habilidad como profesor. Recuerdo haber leído su serie The Feynman Lectures on Physics y quedarme abrumado con cómo este señor lograba explicar conceptos complejos, como las ecuaciones de Maxwell, y que se leyese como un cómic.
Como gran profesor que era, incluso el mejor, también nos enseñó cómo lo hacía. Su gran habilidad para enseñar provenía de su propio proceso de aprendizaje: aprendía explicando a otros.
Es un proceso que todos podemos aplicar para entender mejor y más rápido aquello que tengamos que aprender.
Son 5 pasos con los que podrás aprender cualquier cosa. Veámoslos:
- Tras una primera revisión del material, imagínate explicándoselo a un niño pequeño. No te escudes detrás de ecuaciones; si necesitas recurrir a una ecuación, es porque aún no lo entiendes.
- Anticipa las preguntas del niño, sobre todo en los casos especiales que se salen de la regla general, y respóndelas.
- Identifica fallos en tu explicación. Estás contando una historia: ¿es coherente? ¿Es interesante?
- Revisa el material de nuevo, organiza y simplifica tu explicación.
- Explícaselo de verdad a alguien.
¡Enhorabuena, ahora sí lo entiendes!
Como profesor, puedo dar fe de ello. Cuando aprendes algo sabiendo que lo vas a tener que enseñar, terminas entendiendo el asunto con una profundidad y una amplitud muchísimo mayores.
Ahora ve y aprende algo, pero lo más importante: enséñalo.