El software que causó el colapso de la economía: BondTalk

| Última modificación: 14 de marzo de 2024 | Tiempo de Lectura: 4 minutos

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“The most likely way for the world to be destroyed, most experts agree, is by accident. That’s where we come in; we’re computer professionals. We cause accidents”.

Nathaniel Borenstein

Todos nos acordamos de la segunda gran crisis del siglo, la de los “ninja”. En 2008, una crisis sin precedentes empezó en el mercado de bonos, rápidamente se extendió por todo Wall Street y luego por toda la economía. Se llevó por delante a media industria financiera, a empresas como IndyMac o Lehman Brothers, y reventó las burbujas inmobiliarias que había por medio mundo.

Tardamos años en recuperarnos y, en algunos casos, se podría decir que la economía no se ha repuesto aún del todo.

Hay una película fascinante, llamada The Big Short, que explica cómo ocurrió y cómo un friki de las matemáticas financieras (Michael Burry), con un fondo privado en San José, se dio cuenta de ello. 

En una escena, un empleado del Deutsche Bank, que también se enteró de lo que estaba pasando, se lo explica de forma brillante a los miembros de otro fondo para poder sacar provecho del colapso inminente.

En esa escena, se habla de los CDO (Collateralized Debt Obligation), la verdadera arma financiera de destrucción masiva que se llevó nuestra economía por delante.

Lo que no se menciona en ningún lado es qué creó esos CDO: un software, por supuesto.

Cómo no…

¿Qué era un CDO?

Supón que un banco le concede una hipoteca a alguien que no tiene posibilidades reales de pagarla (a ese tipo de cliente, en USA, les llamaban NINJAS: No Income No Job No Assets). Las probabilidades de que no pague son, de forma lógica, altas. Eso tiene dos consecuencias:

  • Su tasa de interés será anormalmente alta (para compensar el riesgo anormalmente alto).
  • Si intentas vender esa hipoteca a un inversor, no querrá pagar mucho por ella.

En la escena en cuestión, se refieren a esas hipotecas como dog shit

Si tienes una gran pila de “mierda de perro” y te quieres deshacer de ella (vendiéndosela a otro más tonto y codicioso que tú), ¿cómo disimulas su condición de “mierda de perro”? Con software, por supuesto.

Tienes que hacer que esto pase por caviar.

Michael Osinski has entered the chat

Por aquel entonces, Michael Osinski era un brillante programador que, después de trabajar en varios bancos de inversión, montó su propia empresa para crear y comercializar un software que había diseñado.

Su producto, BondTalk, hacía lo siguiente: pillaba una infinidad de esas deudas hipotecarias de bajísima calidad y las combinaba en una sola deuda que podía recibir la estructura respetable de un bono. 

Al estar compuesto por muchísimas deudas, su riesgo era menor (muchas palman, pero muchísimas siguen pagando). Al ser deudas de bajísima calidad, el interés que pagaban era muy alto.

Es decir, lo que tenía Mr Osinski era una especie de máquina de moler carne, pero al revés: por un lado le metía gallinejas, zarajos y asaduras y, por el otro lado, salía algo que parecía solomillo. 
Pero no lo era.

Lo que hacía exactamente BondTalk era calcular, a partir del riesgo estimado y precio de cada una de esas hipotecas, un precio y riesgo estimado para el “solomillo”. Es decir, hacía una estimación y le daba al producto una respetabilidad matemática, dando a entender que todo estaba bajo control.

Los bancos y fondos de inversión se forraron al vender ese “surimi financiero” a sus clientes, y la empresa de Osinski no daba a basto a vender licencias de esa maquinita mágica.

De qué coño estará hecho esto…

Algunos clientes tuvieron una idea brillante: en vez de meter hipotecas frescas en la máquina de BondTalk, ¿qué tal si metemos el “surimi” que acaba de salir y lo mezclamos con otro? Así aumenta aún más su diversificación y se puede vender mejor.

meme bondtalk
El mercado se volvió loco.

Aquí es donde todo se fue al carajo.

El “surimi” era ya tan complejo que ni BondTalk ni Dios eran capaces de saber qué había dentro y mucho menos su precio. Todo el mundo sabía que lo que había dentro era dog shit, pero a saber de qué perros o de cuántos. Nadie conocía su precio, pero todos lo intuían: cero.

Michael Osinski has left the chat

El amigo Michael fue muy listo y, antes del colapso, vendió su empresa y desapareció del mercado financiero y de la industria del software. Desde entonces, se dedica con su familia al cultivo de ostras para los mejores restaurantes en Manhattan. 

michael osinski, creador del bondtalk
Michael Osinski a día de hoy.

Según Osinski, no tiene ningún tipo de resaca moral por lo ocurrido y por su papel estelar en arruinar la vida de millones. Insiste que no es responsable por el mal uso que sus clientes hicieron de su herramienta y no le falta algo de razón. Sin embargo, su espantá y su negativa rotunda a volver al mercado que le hizo rico, me hace pensar que sí tiene una conciencia pesada. Creo que es imposible no tenerla, aun no siendo culpa suya.

¿Un código deontológico?

Desde hace algunos años, noto que ciertos ingenieros de software de Silicon Valley son reacios a decir dónde trabajan cuando lo hacen para empresas como Facebook o Google. Los escándalos de vulneración constante de la privacidad de los usuarios, los efectos adictivos de algunos de sus productos, que han llegado a causar el suicido de adolescentes, y el hecho de que las empresas lo sabían, están empezando a hacer mella en sus empleados.

Dos conocidos que trabajaban en Facebook lo han dejado por no sentirse cómodos con aquello con lo que estaban colaborando. Sabían que tenían dog shit, sabían que la seguían vendiendo y sabían que no podían seguir así. Y el dinero era mucho, al igual que en el caso de Osinski con su BondTalk.

Muchos otros gremios, como los médicos, se autorregulan y tienen un código deontológico que les permite no llevar a cabo actividades que consideran dañinas para la sociedad. Un médico con un bisturí mata a uno, pero un programador con un BondTalk o un algoritmo de TikTok destroza a muchos.

Tal vez es hora de que nos planteemos un código deontológico para cumplir así con la famosa licencia que Douglas Crockford creó para JSON:

The Software shall be used for Good, not Evil.

Amén, Douglas.

Fernando Rodríguez

iOS Developer & Co-Fundador de KeepCoding

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