Welcome to USA
Faltan ya pocas horas para que mi aventura por Dixieland llegue a su fin e intento recopilar las impresiones de EEUU que me llevo. Son muchas las cosas que me gustan de los EEUU, pero ante todo su gente.
Decir que son corteses sería incorrecto. Hay pueblos corteses, como el francés, pero bajo esas formas de cortesía a menudo subyace una mala leche y una grosería solo comparable a la nuestra. No, el norteamericano es amistoso.
Como ejemplo, algunos incidentes.
Me dirigía al aeropuerto a devolver el coche y paré en una gasolinera a llenar el tanque. Al ver mi dificultad en manejar la bomba de gasolina, se me acercó un hombre de unos 60 años que estaba fregando el suelo. Su aspecto no era bueno, casi el de un mendigo: medio desdentado, higiene descuidada y aire en general decaído. Siempre he pensado que es más duro ser pobre en los países ricos. El hombre también era negro, y creedme, a los negros de por aquí no se les entiende NADA. A pesar de mi dificultad él no perdía la paciencia y se cachondeaba.
Fernandito, cavilé para mis adentros, hoy no te libra ni Dios de dejar una buena propina. Al volver al coche, me soltó una parrafada que lógicamente no entendí. Me la repitió y capté algo sobre su madre que había sufrido un infarto y no tenía seguro médico. No pedí que me lo repitiese, porque estaba claro lo que me decía y yo tenía el dinero listo.
Algunos dirán que no se trata de amabilidad sino de interés, pero sea lo que fuere, el resultado ha sido el mismo, y tratando a los demás como a seres humanos, las vida es más amena.
Cuando volvía del aeropuerto, pillé un autobús que me llevaba al hotel. Una vez ya en marcha, vi que el conductor paraba de sopetón: había visto un pasajero cargado de maletas que venia corriendo y se detuvo para que no tuviese que esperar al siguiente autobús. Imaginaos la misma escena con un conductor de la EMT…
Hoy para desayunar, me detuve en un McDonalds a disfrutar de la gastronomía local. Cuando me tocó la vez, vi a la dependienta: una chica negra. Esto va a ser un desastre, pensé. Y así fue: no solo yo no le entendía NADA, sino que ella no me entendía a mi. Nuestro diálogo fue propio de una película de los hermanos Marx. Sin embargo y a pesar de haber cola, en ningún momento perdió la paciencia, después de mucho intentarlo, lo dejó por imposible con una sonrisa, me pidió alguna hamburguesa y me hizo señas de que esperase. Temo que si fuese un turista americano despistado en España, la cosa hubiese terminado de otra forma.
Los americanos tienen el trato agradable que antes solo había visto en los pueblos desorganizados. Sin embargo, su país funciona. No sé como lo hacen. 😉
Thanks y’all!
La gente te aproxima con el desparpajo que uno solo espera encontrar en Cuba y el Caribe en general. Hoy, mientras rebuscaba en una tienda, una dependienta ya muy mayor, intuyendo que necesitaba ayuda, se me acerca y me suelta:
– ¿Qué tal, cómo te trata la vida hoy? ¿Quieres que te ayude? (sic)
Pues lo cierto es que la vida por aquí me ha tratado bastante bien señora, así que hasta pronto y thanks y’all! 😉