Las vías de los jóvenes para ser tan ricos como sus padres están desapareciendo
Esa es la inquietante conclusión de un reciente artículo en El Economista. La tendencia no es nueva, y quien haya prestado atención a las señales, la habrá visto hace mucho. El covid sólo lo hizo más evidente.
Hace años que nos venden ciertos comportamientos como “manías de los millennials”: el aplazar la maternidad y el independizado tardío, la generalización del compartir piso (con el nombre “moderno” de co-living), la abundancia de empleos de corta duración como los “riders” y otras más.
Todo esto son características culturales de la juventud del siglo XXI, tanto como las corralas, la achicoria y la harina de almortas lo fueron de la juventud del post guerra. Es decir, una gran mentira.
Lo que sí son, es señales inequívocas de pobreza, en ocasiones extrema.
Las vías existen, pero son otras
La conclusión absurda de dicho artículo, que parece dar a entender que debamos aceptar la inmoralidad de que nuestros hijos sean más pobres que sus padres, en un país desarrollado y en tiempos de paz, es afortunadamente FALSA.
Las puertas no se han cerrado. Bueno, algunas sí, pero se han abierto muchas más, a las que seguimos sin llamar.
Como sociedad seguimos enfangados en el error del que advertía Helen Keller en su famosa cita:
“When one door of happiness closes, another opens; but often we look so long at the closed door that we do not see the one which has been opened for us.”
- Helen Keller
Seguimos apostando por carreras universitarias totalmente desconectadas de las necesidades del mercado. El resultado es que formamos a profesionales que nadie necesita y hemos convertido los campus universitarios en guarderías de parados y fábricas de apuntes.
Ante el fracaso de dicha inversión, a menudo intentamos resolverlo aportando a esos profesionales descolocados, pero cualificados, formación para puestos de escasa necesidad y cualificación: community managers, certificaciones en sem o seo.
Es decir, en vez de formar a los profesionales que creen los nuevos Facebook, Slack, Google, Uber y demás, dedicamos todo el esfuerzo en crear a profesionales que ocupen los puestos más bajos en los ecosistemas que dichas empresas han creado. En resultado no debería sorprender a nadie.
Si el lema es “que inventen ellos”, pues no inventemos nada. Limitémonos a copiar la estrategia de aquellos que mejor les ha ido.
Israel, de plantar tomates a plantar startups y exportar tecnología
Al igual que España, Israel empezó con una economía fundamentalmente agrícola, y hasta no hace mucho, sus principales exportaciones eran frutas y hortalizas. En pocas décadas el país pivotó hacia productos de muy alto valor agregado y los tomates se vieron rápidamente sustituidos por startups y productos tecnológicos.
Hoy la “Startup Nation” es vista con admiración desde el propio Silicon Valley y a menudo los inversores de la meca de la tecnología, se van a un pequeño país del mediterraneo en búsqueda de ideas en que invertir y talento que las pueda sacar adelante.
Estonia, el tigre báltico
Estonia partió, al igual que todos sus vecinos, de una situación similar a la española: fin de una larga dictadura, con una economía anticuada y pésimamente preparada para competir a nivel mundial, excepto en mano de obra barata. Al contrario que el resto de Europa oriental, hoy tiene un PIB per cápita similar al Español y con unas tasas de crecimiento que harán que nos supere en poco tiempo.
Estonia hoy tiene una de las economías más innovadoras del continente, es considerado un “paraíso administrativo” por las empresas extranjeras, ha lanzado proyectos tan innovadores como la e-Residence y ha logrado que las principales empresas de tecnología tengan, no representación, sino centros de desarrollo allí. No acuden por el coste de la mano de obra, sino por la calidad del capital humano disponible. En dicho país se han creado productos tan universalmente conocidos como Skype.
El giro hacia la tecnología
Lo que tienen en común ambos países (y otros muchos más, como Taiwán), es que hicieron una apuesta integral, como proyecto de toda la sociedad, por servicios y productos tecnológicos de alto valor añadido y la formación del capital humano para dichos puestos.
Ninguna de estas sociedades invirtió en formar a miles de personas que se certificasen en usar Adwords, sino en miles de personas que pudiesen crear productos como Adsense.
El ser los creadores de productos y servicios tecnológicos que sean usados en todo el mundo es la única forma de dar un porvenir y una vida normal y plena a todos los jóvenes que hoy languidecen en el paro y el subempleo malgastando sus años más productivos y creativos a la espera de recibir una pensión de subsistencia en el futuro.
Quo Vadis Hispania?
El COVID ha agravado tanto el desfase de la economía española y su capital humano con respecto a las economías más competitivas, que desde ese punto de vista tenemos que verlo como una bendición: el problema es evidente, nadie puede negar su existencia y la necesidad de corregirlo es innegable.
Frente a nosotros se abren dos sendas. Una nos lleva a una sociedad de riders que practican el co-living y jamás tendrán ahorros o una casa en propiedad, y otra que nos lleva a ser la nueva Startup Nation.
Nuestros hijos no perdonarán un error en la elección.