En una industria como la nuestra donde tenemos el lujo de contar como compañeras a Ada Lovelace y Grace Hopper, u otras heroínas olvidadas, como Margaret Hamilton, creadora del software del programa Apolo —ahí es nada—, hablar del papel de nuestras hermanas frikis siempre viene bien. Especialmente porque hay un hecho claro y extraño: son muy pocas. De ahí nace la pregunta que encabeza esta entrada:
¿Dónde están las mujeres en el mundo de la programación?
En todo el mundo, pero especialmente en el Silicon Valley, hace furor la idea de atraer a más mujeres a la programación y la tecnología en general. Abundan las asociaciones que buscan crear cuotas para mujeres, enseñar a programar exclusivamente a mujeres, conferencias sólo para mujeres, etc.
Es incuestionable que en nuestra industria hay barreras de entrada a ciertos colectivos, como el de los programadores carcamales, del cual un servidor es miembro honorario. Ahora bien, ¿será que la escasez de mujeres en la industria de software del Silicon Valley y del mundo en general se debe a prejuicios de las empresas o a otros elementos? Según Mencken:
Para todo problema complejo, existe una explicación, sencilla, clara y… equivocada.
Mucho me temo que tenemos ante nosotros un ejemplo más que dá la razón a nuestro amigo Mencken, y es que cegados por el síntoma, pocos atinan a ver la enfermedad que hay detrás de él.
Me centro en EEUU como ejemplo ilustrativo, porque es donde la falta de mujeres programadoras es tratada con más insistencia y es donde me encuentro ahora mismo.
Repasemos la situación de cualquier mujer en el mercado de trabajo de EEUU. Mientras que en España la baja maternidad pagada es de 16 semanas, en Estados Unidos, por ley, es de… 0 días. Así, tal cual. Es decir, si no fuera por la baja médica tras el parto, sería de esperarse que una mujer se reincorporase a su trabajo escasas horas después de romper aguas.
En la zona de la bahía de San Francisco, una guardería que cueste menos de 2000 dólares al mes es sospechosa. Todas las buenas superan esa cifra. Por lo tanto, muchas parejas cuando deciden tener hijos, optan por abandonar uno de los empleos. La alternativa es dejarse la nómina entera, para que tu hijo se crie en una guardería.
Para rematar la faena, los colegios públicos sólo empiezan a recibir niños a partir de los 5 años, con lo cual el tiempo durante el cual hay que elegir entre estar con tu hijo o estar trabajando, es de un lustro (sic!) por lo menos.
Este hecho, al contrario de «la falta de mujeres en el software», curiosamente no es motivo de discusión y ninguno de los candidatos a la presidencia lo mencionó. Lo cual es especialmente sorprendente, siendo uno de ellos una mujer.
Más de una vez he oído a amigas de mi mujer compartir sus historias de madres trabajadoras. Algunas, de tan absurdas, parecen sacadas de una peli de Almodóvar. Una película sobre mujeres y madres, todas ellas ejecutivas y todas, sin excepción, al borde de un ataque de nervios.
Está la que viajó desde Londres hasta San Francisco con su hija de dos meses para una reunión de trabajo en la empresa en la que empezaba a trabajar. Localizó a una niñera por internet (tecnología al rescate) para que cuidase al bebé en el hotel mientras ella trabajaba. Periódicamente tenía que volver al hotel para darle el pecho a su hija… entre reunión y reunión. Todo ello por temor a perder el trabajo.
Luego tenemos a la que, al llegar al Silicon Valley, decidió montar una empresa y se reunía con inversores con el bebé en una cuna a su lado. Aunque de ésta, os hablaré con más detalle en otra ocasión.
Todo esto, lo escuchaba con cierta horrorizada curiosidad y algo incrédulo de que no hubiese soluciones más razonables que las que se habían propuesto. Hasta que llegó un día. Un buen día, en que mi mujer se tuvo que ir a Madrid por trabajo y yo me quedé a solas con nuestro hijo.
Ay amigo… Entonces me tocó a mí bailar el frenético baile del «padre/amo de casa/cocinero/niñero/chófer/lavandero/monitor de eventos infantiles/cuentacuentos» y, por supuesto, currante full time: 24 horas al día, 7 días por semana y sin un punto de reposo.
Las situaciones absurdas, ahora las creaba yo. Sin ir más lejos, tenía que acudir a una charla privada de Eric Schmidt, que acababa de dejar su puesto como CEO de Google y empezaba como asesor del Pentágono. ¿Solución? En la foto la tenéis: ¡churumbel al hombro y camino a Mountain View!
Tras catar un poco como es la vida «al borde de un ataque de nervios», decidí que quería hacer algo.
Ojalá el año que viene, cuando se vuelva a celebrar el Día Internacional de la Mujer, en el Silicon Valley el debate no sea sobre las chicas programadoras, y sí sobre el verdadero —e inaceptable— problema: la terrible situación laboral de la mujer en el país.
Becas para Programadoras de KeepCoding
Mientras tanto, lo poco que podemos hacer, queremos hacerlo. De ahí el programa de Becas para mujeres programadoras. Toda mujer que quiera reincorporarse al mercado laboral o dar un salto en su carrera profesional como desarrolladora RockStar cuenta con nuestra admiración y ayuda.
Si quieres conocer los detalles, escríbenos a [email protected] o vía Whatsapp +34 619 89 28 01.
Y como sé que la mayoría de los lectores del blog son hombres programadores, os invito a hacer lo mismo echando también vuestro granito de arena trasladando la información de las becas a toda mujer con interés en programación que conozcas, o directamente compartiendo este post para facilitar que la información llegue a cualquier persona que la pueda disfrutar.
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