Programar a los 45 (I)

Autor: | Última modificación: 20 de marzo de 2024 | Tiempo de Lectura: 5 minutos
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A diario hablo con alumnos, conocidos, amigos, todos programadores, algunos en sus treintenas o cuarentenas, otros recién salidos de la universidad, preocupados por su futuro profesional. Los primeros, a menudo sienten que están desactualizados, que el mercado los deja de lado, que poco pueden aportar y el futuro se antoja «asustador».

Los más jóvenes se sienten perdidos, inquietos respecto a las posibilidades del mercado laboral en España, y muchas veces, obsoletos en sus conocimientos pese estar recién salidos de la carrera. Y lo que es peor, desconocen las miles de posibilidades que hay ahora mismo para programadores en todo el mundo y cómo pueden conducir sus carreras para lograr ser los “Reyes del Mambo”. Sí, ser “nerd” nunca estuvo tan cotizado y más adelante verás cómo y porqué.

Empiezo por los Carcamales, club del cual soy miembro

«You are in a maze of twisty little passages, all alike” Colossal Cave Adventure

La discriminación por edad existe y en España es todavía muy marcada, sin embargo, no es para nada algo insuperable y existen otros mercados donde eso no es así.

Si deseas seguir en tu carrera como desarrollador sin tener que pasar necesariamente a un puesto de gestión, si estás harto de hacer siempre lo mismo, con tecnologías que cada vez más son un callejón sin salida, si crees que es difícil reciclarse y lograr que toda tu experiencia sea valorada y reconocida, has llegado al lugar adecuado.

No sólo te voy a explicar cómo hacerlo, ante todo, voy a explicarte cómo lo he hecho yo.

Expendables_Programar a los 45

Carcamales Anónimos

Hola, mi nombre es Fernando Rodríguez y soy un programador carcamal de 46 años. Tengo más canas que George Clooney (además de un gran parecido en el atractivo para las mujeres, para qué lo vamos a negar) y recuerdo perfectamente lo que era un floppy de 5.25.

Applefloppy

Born to be Friki

Mi padre trabajaba en Naciones Unidas y estuvimos dando vueltas por muchas partes del mundo. Cuando terminé el colegio, estábamos en Brasil, y yo me vine a España a estudiar en la Universidad. No tenía demasiado claro lo que me apasionaba, así que un poco por avatares del destino, terminé estudiando Ingeniería Química.

Según Mark Twain, hay dos momentos fundamentales en tu vida: «cuando naces y cuando descubres para qué has nacido».

Yo había nacido para ser friki, pero no lo sabia entonces, y pensaba erróneamente que había nacido para ser un Walter White ibérico.

Breakingbad

Al terminar, me encontré con una situación muy similar a la de los jóvenes universitarios de hoy en día, pero muy agravada en el sector específico en el que me encontraba: la industria química en España había muerto. No quedaba nada, incluso la industria de fertilizantes, en otro tiempo la joya de la corona, estaba totalmente en la ruina. La situación se antojaba «muy negra», pero siempre había sido de la opinión que el destino de uno mismo está en tus manos.

Ninguna empresa iba a resolver mi vida. Mis problemas era míos y también lo serian mis soluciones.

Monté dos empresas relacionadas con la distribución de software, sin embargo, la crisis también llegó a las grandes superficies y algunos de los principales clientes llegaron a la acertada idea de dejar de pagar a los pequeños proveedores para aliviar sus cuentas. Aun sigo esperando cobrar pasada una década.

Los Templarios, la Ruta de la Seda y el Cabo de la Buena Esperanza

Ese fue uno de los momentos en mi vida en la que las aficiones raras que padecemos los frikis me sacó una vez más de un apuro y me hizo ver la luz. En concreto, mi interés por las órdenes militares: frailes que también eran soldados y que luchaban contra el Agareno infiel en España, Tierra Santa y este de Europa.

La más famosa de todas fue sin lugar a dudas, la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo, más conocida como Templarios, por tener su sede en el Templo de Salomón en Jerusalén.

Montgisard

Su victoria contra todo pronóstico sobre el ejército de Saladino en Montgisard, liderados por el Rey Leproso de Jerusalén, o su defensa heroica en la caída de San Juan de Acre, superan en aventura y romanticismo a cualquier libro de ficción y dejan a Tolkien a la altura del betún.

Monjes, soldados y banqueros

No obstante, no es eso lo que nos interesa. La Orden del Temple gozó de enorme prestigio en Occidente y su legendaria honradez les hizo depositarios y administradores de los bienes de muchos nobles y reyes, convirtiéndose en los primeros banqueros de Europa.

Esa riqueza, sin embargo, fue la clave de su perdición. Un rey francés, tras sobornar al Papa de entonces, logró declararlos herejes. La Orden fue destruida, sus miembros torturados y asesinados, y por supuesto, todos sus bienes debidamente incautados en toda Europa, excepto la península.

En España, se les dio la opción de pasarse a otras Ordenes Militares Españolas, como la de Santiago, Alcántara o Calatrava.

En Portugal, ocurrió algo mucho más interesante. Los primeros VCs

Toda Europa se hallaba en crisis, porque el comercio vital con China e India estaba en manos de los musulmanes que explotaban la Ruta de la Seda a precios exorbitantes. Al igual que las grandes superficies a finales del siglo XX, más que una ruta para los mercados y los clientes, era una barrera cada vez más infranqueable para los europeos. Claramente había que buscar otro camino… Y el rey de Portugal tenía una idea.

Enrique El Navegante

Les hizo a los templarios una «oferta que no podían rechazar»: no os mato y no os robo, pero vais a invertir en una “startup” que estoy montando.

La startup consistía en circunnavegar África y alcanzar los mercados de Oriente por barco. Por eso, hasta hoy, los barcos portugueses siguen llevando la «Cruz Patada», símbolo de los Templarios, convertidos en los primeros primeros VCs (Venture Capital = Inversores de Capital Riesgo) de la historia.

El «exit»** y el éxito llegó en 1497, cuando tras cruzar el Cabo de la Buena Esperanza, Vasco da Gama alcanzó la India por mar. El comercio entre oriente y occidente nunca más volvió a ser el mismo.

Vascodagama

Internet y su buena esperanza a finales del siglo XXI

Pues bien, a finales del siglo XX, vivíamos una situación similar. El poder de las grandes superficies era tal, que cerraba de hecho el acceso al mercado a muchas empresas pequeñas y medianas. Claramente había que «pivotar» el negocio.

En nuestro caso, el nuevo camino, el cabo que traía buenas esperanzas, era Internet. Tras años distribuyendo software en CD y cajas de papel que se vendían en tiendas, decidí tirarlo todo y lanzarme a Internet.

En el próximo artículo te cuento qué sucedió, porque la aventura apenas comenzaba.

** Exit: en el contexto de startups, es el método a través del cual se logra rentabilizar la inversión inicial.

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